Cuando el autor mató al cerdo y a su hermana.
Estarán los cochinillos frotándose las pezuñas, con ojos melancólicos y la nariz resbaladiza. Rosaditos de rabo travieso con el sentimiento de haber echo algo malo en su vida, castos, sin necesidad alguna, ven llegar su San Martín. La sangre que se derrame, goteará sobre los otros marranitos, y así todos alertados ni protegiéndose en la
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