Despistada Romero

Cuando el día a día nos impone rutinas llegamos al momento centrífugo de actuar guiados por nuestro propio adiestramiento. Frágil de memoria y leve de concentración, soy capaz de bajar y subir varias veces por el ascensor hasta la puerta de mi Virus Ébola ::  NIAID @Flickrcasa. Tengo miedo a que me roben otra vez y, aunque la primera vez lo hicieron reventando la puerta cerrada, compruebo cada vez que salgo que he dejado bien protegidos los recuerdos que mantengo en mi apartamento.

Las rutinas, a pesar del miedo, no son una garantía de nada. La mejor de las voluntades desviste a la perfección, exponiéndola ante la mirada bizca de quienes piensan que los errores ajenos son oportunidades a aprovechar. El veneno, aunque sea para Romero una esquirla del virus ébola, es una enfermedad social congénita que si no mata, Mato.

 

¿Has contado cuántas veces al día tocas tu cara?. Te propongo que lo hagas a partir de este momento, incluso si quieres anótalo en un cuaderno. Sería muy fácil proponerte no hacerlo e incluso así te acariciarás la mejilla, te frotarás el ojo derecho, o el izquierdo, o te rascarás la nariz.Ébola en África ::  jurek d. @Flickr

Es imposible tener un control absoluto de la realidad que nos rodea, tan siquiera de aquella que debería obedecer a nuestra voluntad.

El día a día nos rellena de momentos reflejos en los que respiramos, pestañeamos, o hacemos comentarios despectivos sobre alguien. Ese es el caso del Consejero de Sanidad de Madrid.

«Para explicar cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta un máster»

Nadie nos explicó nunca cómo tenemos que bajarnos los calzoncillos, pero aunque lo hicieran sería dificil aprender a quitárselos cuando estamos sudados y que no se enrollen como papel de madalena. Blasfemia es ser un escalón inferior de esta pirámide alimenticia política donde los que cometen errores los solucionan enviando una carta de disculpas si están arriba, o son tachados públicamente de incompetentes si se infectan con el virus del ébola.

Pero mientras Javier Rodríguez, el consejero del agujero, le echa mierda a Teresa, la infectada de ébola, la ministra del jáguar se evapora ante el calor de su incompetencia. Ni los recortes, ni la falta de preparación a una posible epidemia, ni los despistes de una auxiliar de enfermería son comparables a la incapacidad operativa de una ministra que se escurre cuando su trabajo es verdaderamente relevante.

Hoy en día cualquiera puede ser ministro, consejero, y otras cosillas de estas. Un gran equipo de asesores y funcionarios con menos fortuna que los que son del partido, harán el trabajo del día. Eso sí las decisiones duras «dígaselas a Vargas».

El despiste de Teresa Romero es comprensible, la reiterada incapacidad de sus dos responsables no. Pero el público está molesto, y ella ha sobrevivido cual heroina.

Ahora, junto con su esposo que es soldador de profesión y soldado de honor, veremos el capítulo final de esta historia. Las mareas no han cesado, y el pueblo sigue con ganas de cortarle la cabeza al rey.

A cada cerdo le llega su San Martín, y a cada pepero su propio Irak.

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