La mujer del alcalde

La mujer del alcaldeRecuerdo el verano de 1997 en el que trabajé por primera vez para el ayuntamiento de mi pueblo, recuerdo con la comisura de mis labios la hilaridad de las palabras de mi jefe: «la mujer del alcalde está buena, es una mujer que se arregla». La señora en cuestión, conocida como una primera dama de provincias, era objeto de burlas por parte de todo el pueblo: bronceado extremo, casi rustida diría yo, pelo rubio teñido en límites antinaturales, y varias capas de maquillaje de sospechoso grosor. La mujer del alcalde era, aún es, una pieza de museo kitch abalada con todo tipo de falsos metales y algún auténtico oro. Campeona del hortera de extrarradio y con diplomatura en protocolo por la Universidad de la Calle.

 

Objeto de burlas, por parte de la oposición, también hoy lo es por los miembros del partido y followers de la gaviota. Pero injustamente burlada, la mujer rustida, es defendida en público y humillada en petit comité. Sin embargo ella es una humeante mujer tras un pequeño hombre.
¿Y es que a caso el mundo es un planeta que gire gracias a grandes hombres? Quizás sus palabras populistas, o prometer traer la playa a la montaña, burlarse de su oponente con sonrisa socarrona… Quizás eso, les hace grandes. O quizás la seguridad que le aporta su mujer florero.

Porque la mujer del alcalde sale en la foto, y destaca como un árbol de navidad en una noche de julio. Pero de ella no se habla en política, ella en el partido es un ejemplo de visible silencio. La mujer rustida es la compañera ideal para el político del chanchullo: bonita pero calladita.

Ojalá la mujer del alcalde hablase, pues su silencio marmóreo sólo es superado por los brazos de la Venus de Milo. Pero si hablase, y solo entonces, el pueblo sabría si en la ciudad manda el alcalde y en casa la alcaldesa; si en la diputación se compran los cuadros según ella aconseja; o el això ho pague jo (eso lo pago yo) sale del bolsillo del pantalón del alcalde o de la saca del pueblo.

Pero son los gustos de la mujer del alcalde los que coinciden con el programa de fiestas, y las asociación contra el cáncer la que se enorgullece de que asista, y ella ejerce así de primera dama burguesa (aunque de pequeña vendía cazuelas y trapos en el mercado). ¿No es acaso eso la democracia dando oportunidad al más humilde?

_t_magda-something-about-mary_0La democracia nos entrega las llaves de la ciudad, el mando de la «tele», y la oportunidad de gobernar aun siendo consorte. La mujer del alcalde, verdimuda como la lamida piedra de una fuente, no necesita una urna para ser democráticamente la alcaldesa del pueblo.

Aquél verano de 1997 tuve mi primer trabajo malpagado para el ayuntamiento, y estoy muy agradecido. Gracias al «besamanos» de aquél jefe con tan buen ojo aprendí que la alcaldesa está buena, que es una mujer que se arregla, y que mejor que un buen discurso letrado es el silencio al sol de una primera dama.

2 comentarios al artículo “La mujer del alcalde

  • Algo pasa con la alcaldesa… y digo yo que esa, esa es la alcaldesa de fresa. «Rustidetes»… Eh! 😀

    Jajajaja. Muy buen Robert, me ha gustado mucho.

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