El hombre que no podía amar (2)

Rapsodia 3. (precedida de Rapsodia 1)

La cena transcurría de forma amena.
 Yo trataba de no hablar demasiado y el índice de masticadas por pausa en la conversación, era un excelente medidor de atención.

Hubo un momento en que dejé de escucharle y mi voz en mi cabeza me decía: «Te interesa lo que él dice». 
Esta anomalía no era frecuente pues es fuerte mi complejo de no escuchar.

Por alguna extraña razón, que aún no sabría justificar, bebía de sus palabras mientras masticaba de la comida para no interrumpirlo jamás.



Cuando acabamos lamenté no tener un postre y endulzar un poco aquel bobalicón y romántico momento, aunque pensé que tal vez solo para mi era bobalicón y él hubiera echado de menos algún chocolate.



Salimos a pasear hasta la piscina, el reflejo de la luna no resultaba en absoluto romántico sobre las estancadas aguas, pero en cambio su fuerte luz iluminaba los campos de una resplandeciente plata dándoles así una nueva vida.


No me atreví a tocarle, ni tan solo un roce amistoso de mis dedos sobre sus brazos, y llegamos a la puerta de la casita que hay en la piscina.
 Seguimos hablando, en este momento me contaba detalles insulsos de su familia que a mi me parecían versos garcilianos.

No podía evitar pensar en cómo se parecían nuestras vidas. 
Toda la vida juntos e ignorados, era algo que me parecía hasta de lo más exquisito, y mientras le miraba veía en su cara los ojos de niño que un día conocí.

– – –

El Hombre que no podía amar y la mujer que mató a Darwin es la última novela de Robert Barber.

Las relaciones afectivas pueden engendrar vínculos más allá del tiempo y del espacio. A través de dos personajes completamente diferentes como son una doctora adicta al trabajo y de un huraño escritor recluido en una ermita, nos adentramos en las obsesiones del Ser Humano.

Ella está dedicada a la medicina decide quedarse embarazada a una muy avanzada edad sometiéndose a El Proceso. Él quien escribe en la soledad desde hace 50 años recibe una extraña visita de alguien a quien conoce, pero que no recuerda.

Estas rapsodias forman parte de la introducción a la historia.

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