El Santito

El pelirrojo es un color peligroso. Rojirelato breve en tres capitulos de Robert Barber

El Santito (CAP. 3)

Con el aerosol aún en las manos y la mirada en el aire, mi compañero reía a mandíbula batida pensando que me había dado de pleno en la cara. Detrás de mi, en silencio, con el semblante serio pero una ceja arqueada, estaba Dani «el Pelirrojo».

Rubén, ese era su nombre, abrió los ojos, y cuando se dio cuenta de que había fallado, volvió a apuntar a mi cara. «No te escaparás esta vez», dijo con sobrada socarrenería. + Más información

El Santito (CAP. 2)

Dani, ese era su nombre. Él me bautizó como «El Santito» y así me llamó durante los años restantes hasta que, al adentrarnos a la adolescencia, ambos marchamos a institutos de bachiller diferentes.

Sinceramente, queridos lectores, confieso que no tenía ni vergüenza, ni rabia, al hecho de que me hubiera puesto un apodo. Habían apodos mucho peores en la clase: «El Negro» para un chico de tez oscura, «El Cabra» para un chico con un pelo rizado y áspero o «Dumbo» para el que era mi mejor amigo y un poco orejotas. + Más información

El Santito (CAP 1)

Él era pelirrojo, pecoso, y extremadamente nervioso. No era de la ciudad, sino de un pequeño pueblo a unos 20 kilómetros de donde estudiábamos.

He de decir en primera instancia que era, o es, una muy buena persona. Sí, era muy bueno al menos aquel tiempo en el que le conocí. En cambio había algo en él que hacía que los demás lo juzgaran como alguien malo. + Más información