El votante indeciso

Era un domingo como cualquier otro, de impredecible gris, y de misterioso amanecer. A las primeras horas de la mañana sólo se oía la brisa contra las hojas de los árboles, el taconeo de alguna joven que llegaba a trashoras a su casa, y algún vehículo con poca prisa que se tambaleaba hacia su destino.

A la puerta del colegio se arremolinaban algunos madrugantes que pretendían ser los primeros votantes en una jornada electoral que se auguraba de baja participación. El olor a café que salía de la puerta del colegio justificaba que a esa primerísima hora no eran pocos los que habían echado mano del termo para permanecer atentos.

Un joven de a penas veinte años se dirigía a votar por primera vez. El aluvión de miradas se clavó en él como una gacela en medio de un círculo de leones. Con dubitativa mirada buscaba la urna, las papeletas, y el listado que le correspondía.

– Buenos días – le interrumpe un ojeador del Partido de la Libertad y Compromiso Social, PALCOS.

– Hola […] buenas.

– ¿Necesita ayuda?

– ¿Qué quiere decir? – sorprende el joven.

– ¿Sabe a qué urna le corresponde votar? – Mientras saca de su espalda un fardo de papeles con un listado de nombres impresos.

– ¡Ah! Pensé que me querías decir a qué partido quiero votar.

– No, eso es secreto.

– Ya, bueno, pero como vi que estaba un poco despistado. ¿Es la primera vez que viene a votar?

– Sí, tío. Pillo la papeleta que quiera de allí y la meto en un sobre ¿no?

– Eso es – confirma el ojeador sintiéndose incómodo por las confianzas del joven.

– Pero si cojo la papeleta de esas mesas de ahí la gente sabrá qué voy a votar, ya no será secreto.

– Puedes coger varias de varios partidos y poner la correcta en el sobre sin que nadie le vea.

– ¿La correcta?

– Bueno, sí, la que sea del partido que quieras votar.

– La verdad es que no sé a quién quiero votar. ¿Qué me aconsejas?

– Yo no te puedo aconsejar.

– Pero eres es del partido PALCOS, lo pone en esa tarjeta que llevas en la solapa. ¿No me lo recomiendas?

– No te lo puedo recomendar.

– ¿Tan malo es? ¿Y por qué estás en él?

– No es malo, es el mejor.

– ¿Entonces me lo recomiendas? ¿Les voto?

– No, no te puedo recomendar que nos votes porque hoy no podemos hablar de política. La campaña ya acabó y ahora toca reflexión y votar.

– Yo eso aún no le he hecho.

– ¿Votar?

– Tampoco

– Reflexionar… Ya veo. ¿Es la primera vez que votas?

– Sí.

– Bueno, en ese caso vota a quien mejor te represente. Consiste en eso.

– Sí. – Bueno, en ese caso vota a quien mejor te represente. Consiste en eso.

El chico se acercó a la mesa donde se encontraban las papeletas de los diferentes partidos. El momento de reflexión se tornó más y más largo, y en el transcurso de la mañana empezaron a aparecer cada vez más ciudadanos con intención de votar. El silencio de la mañana dio paso a momentos de más ronroneo, algunos de jaleo, y mucho chitoneo que pretendía devolver la calma. El observador del partido PALCO estuvo pendiente de los movimientos del muchacho y este, a cada paso que daba entre las mesas llenas de papeletas, miraba de soslayo al observador. Finalmente, incómodo por el larguísimo tiempo que el indeciso joven se estaba tomando decide intervenir.

– Hola, ¿ya has decidido algo?

– La verdad es que aún no. ¿Quiere sugerirme algo?

– Ya le he dicho que no puedo hacer eso, pero si no lo tiene nada claro vote por cualquiera de las opciones.

El joven cogió una papeleta al azar y se la mostró al observador diciendo: «esta mismo, ¿sí?». El observador palideció ante la elección que había hecho el joven al tuntún, pero se reprimió sobre la advertencia. El joven percibió que hizo una mala elección, así que escogió otra papeleta, y otra, y otra. Pero el rostro del miembro de PALCO pasaba de blanco a rojo, de rojo a verde, y en algún momento se puso hasta azul. Estaba tan incómodo ante aquella situación que no era capaz de escoger la frase adecuada. Finalmente el muchacho empezó a leer las diferentes papeletas que habían en su mano y empezó a ordenarlas en una especie de abanico sobre la mesa.

– Estoy intentando ordenarlas entre derecha e izquierda. ¿Este es más de derechas que este?- El político no sabía si acercarse sobre aquél tarot de papeletas y finalmente, entre resoplidos se acerca al muchacho y le susurra al oído «también puedes votar en blanco». La frase sonó a alta confesión y el joven se sintió aún más desorientado. El político, sudoroso, trato de retomar la posición de observador con las manos atadas detrás de la espalda.

– ¿Si voto en blanco quién gana?

– La formación que más votos tenga.

– Pero si yo no les he votado….

– Pero no ha votado a los otros tampoco.

– Es que creo que ninguno de esos partidos que hay para escoger me representa. ¿Qué hago en ese caso?

– La verdad – dice el observador extenuado – vota a quien quieras, estas elecciones son para Europa y estoy seguro que las decisiones que tomen allí afectarán poco a tu vida.

– Vaya, ¿de verdad piensa eso? ¿Entonces estas elecciones son para el Parlamento Europeo? Pensé que era para votar algo de aquí. Tiene razón, eso no me afecta.

– Hombre, dicho así…

– El representante del PALCO empieza a sentirse preocupado por las palabras que le había dedicado al joven, este parecía haber comprendido mal el mensaje de lo que quería decir, y finalmente le había inducido a pensar que aquellas elecciones eran innecesarias. Pensó en decirle algo más al muchacho, pero en ese momento vio que tomaba una papeleta y escribía algo en ella. La guardó en el sobre y se alejó de camino a la mesa electoral. Al abrir las urnas horas después no tardó en reconocer el voto del muchacho, manuscrito decía lo siguiente:

«Voto a Merkel. Por que para que me gobierne ella sin mi permiso, le legitimo el voto. Gracias.»Voto a Merkel. Para que me gobierne ella sin mi permiso, le legitimo el voto.

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