Amor Lajero

(Para este y casi todos los blogs aquí publicados les recomiendo que sigan la lectura acompañada de los hipertextos incluidos e ilustrativos)

Hoy les escribo en concepto de benefactor del mundo libre, y es que quiero introducirles en el arduo mundo del «lajerismo».

Muchas de ustedes, señoras, les preocupara quien se acuesta con su hija. La verdad es que hacen bien, sus padres también se preocuparon por ustedes antes de que su connivencia con su actual marido, o el anterior en caso de reincidentes matrimoniales, se hiciera efectiva.

Los años sesenta narcotizaron muchos idilios, y los de los 70, los de la movida de los 80 ni les cuento, y ríase usted del «bakalao» y sus rutas en los 90.
¿Realmente nos preocupa de una forma activa el futuro de nuestros hijos?

El problema actual no es que los gramos de polvo blanco se entremezclen con piedras de chocolate. Más bien, el problema reside en que nuestros hijos siguen sin comunicarse entre nosotros como nosotros con nuestros padres… y además tampoco se comunican entre ellos.

Aviso a navegantes, pero el teléfono móvil es un instrumento de comunicación, pero también de aislamiento si es mal utilizado. Una gran factura no nos indica que nuestro hijo tenga mucha vida social. Indica que es un imbécil y debería salir más de casa.

La figura del Lajero aparece a mediados de adolescencia de nuestros hijos. Suele representarse en forma de tribu urbana destacada del tipo punk, hippie, indie o el más reciente tektonik… todos deseables de un buen desparasitante o un poco de fuego purificador.

Este individuo, con los dedos sucios de chocolate y los oídos de cerumen, es solo uno de los desestabilizantes emocionales que pueden dedicarnos nuestros hijos ante una sensación de abandono por nuestra parte. De esta manera respaldan su feble carácter en una diferenciación que lejos de ser real solo esconde un «seguir al líder» pleno de irracionalidad y que deriva en muchos casos en tragedias familiares anunciadas con poco platillo pero mucho bombo, en el mejor de los casos.

Algunos de los lajeros acaban entre rejas, sin corrupción inmobiliaria que aventure un buen porvernir a nuestra hija, y es que el fenómeno de lo no deseado para nuestros hijos no es culpa nuestra, entiéndanme: no es culpa de usted que su hija acabe con un indeseable quema chustas y rastafari. Es de la sociedad que nos oprime, soy rebelde por que el mundo me ha hecho «asín» y evidentemente si tenemos una sociedad llena de porquería la culpa no es de nadie, la sociedad se hace a sí misma como los pechos de Yola Berrocal que crecen de manera espontánea los jueves por la tarde.

El «Lajero» en definitiva no es mucho peor que el Borja Mari que su padre sienta detrás de MariAno Rajao en sus mítines electoralistas. Por cierto sigo sin verle ningún carisma a este hombre y sin entender por que se tiñe el pelo y no la barba, o a la inversa. Le dedicaremos un articulo al tema si ustedes quieren.

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