El futuro será de los niños, pero el presente es nuestro
El presente es nuestro, es lo que vivimos, no nos equivoquemos, yo el primero. Porque hablando con mi madre el otro día dije aquello de «en tu época», como si esta no fuera suya también. ¡Vaya tendencia la humana que nos descarta a la vejez!
Cada vez que escucho esos mantras repetitivos sobre cómo “el futuro pertenece a los jóvenes”, no puedo evitar sentir cierto cabreo. Esa obsesión por idealizar la juventud como el único camino hacia la renovación y el cambio me resulta tan irritante como la idea de que envejecer es sinónimo de convertirse en algo obsoleto, como un iPod o un fax.
Durante años se usó el concepto de “la generación más preparada de la historia de España” para referirse a cierta generación española que, a pesar de sus estudios, la vida les iba a resultar muy dura. Llena de injusticia porque el sistema los estaba dejando de lado.
Pero a esa “generación con más títulos de la historia de España”, les iría muy bien hablar con la generación que vivió un golpe de estado, una posguerra y una dictadura. Deberían conocer ese feminismo casi inexistente que luchaba para que las mujeres pudiesen votar, o estudiar medicina, salir solas a la calle o abrirse una cuenta bancaria sin la supervisión de un hombre.
No podemos olvidar a los que aún están con nosotros, peinando canas o no peinando nada, no podemos dejar de lado este presente que les pertenece, que un día fue su futuro y que debemos mejorar. Podemos pensar en lo que les dejaremos a nuestros hijos, pero también en lo que les ofrecemos a nuestros padres y abuelos.
El presente es nuestro, de todos nosotros, y juntos lo hemos de visualizar. Porque por mucho que queramos un mejor futuro, ¿qué vamos a hacer con el ahora?
Barcelona, dos de marzo de dos mil dieciséis