Iberia nuestra
Si buscamos la palabra en cuestión en el Google, nos aparecen cientos de resultados dirigiéndonos a la compañía aérea española; algo lejano a lo que sería el concepto de aunar bajo un mismo techo dos países tan ignorados mutuamente como Portugal y España. Primero lanzó la piedra el conocidísimo, y aún más respetable, Saramago. El escritor, dramaturgo, premio nobel octogenario, antiguo miembro comunista y esperanzado luso de buena fe, dejó caer esta idea. Tan solo unos días después el teutón Günter Grass, retomaba la idea del primer pensador afirmando que la idea del estado Ibérico podría pasar por una de las grandes apuestas de futuro económico y social de ambos países.
Este concepto tan idílico es acompañado ipso facto por un: «Es una entelequia pero sería bonito pensar en ello». A lo cual, siendo un poco monárquico le diria a Günter G: ¿Por que no te callas?
Es fácil hablar y construir castillos en el aire, aventurar y vaticinar futuros prometedores basados en la unión.
Es fácil, insisto, coger la palabra «unir» y construir algo bello alrededor, pero pese a que estoy de acuerdo con ambos pensadores pienso, igual que ellos que la dificultad es máxime, teniendo en cuenta de que ellos parecen ignorar las diferentes corrientes secesionistas que ahora mismo existen en España.
España se constituye como un estado sin nación y un concepto de país que varía en regiones, pueblos, lugares de diferente índole, y también en contextos sociales, medios de comuncación y diferentes oportunistas políticos.
Es por esto mismo que hablar de anexionar dos estados suena como poco a irrisorio y de lección de mal gusto. Existe en España, y hablaré de ella por que es la más próxima a mi, una mentalidad castillista que impide crecer diferentes conceptos y corrientes ideológicas que no sean las meramente discípulas del borbonismo anjouísta del Decreto de Nueva Planta.
Una España federal, con regiones autónomas, con un respeto cultural igualitario para el galaico-portugués, el euskera, el catalano-valenciano y todo el resto de lenguas minorizadas y discriminadas desde un gobierno central que habla sin escuchar.
Planteo este ejemplo a sabiendas de la taquicardia que puede producir en ciertos corazones de otoño: ¿Por que en murcia en la asignatura de Lengua Española solo estudian el castellano? ¿No son el resto de lenguas españolas tan españolas como el castellano? Si la lengua es española, la asignatura debería comprender todas las lenguas del estado, que por otra parte aportarían al estudiante una visión global y más enriquecedora del idioma. Un pequeño conocimiento de los orígenes, una introducción que después de forma optativa les diera la oportunidad de profundizar en aquella que les hubiera gustado.
Esto sería un acercamiento que de forma gradual equilibre el peso de todos los idiomas del Estado en igualdad de proporciones.
¿¿ Estudiaría un muchacho de Parla Lengua Castellana y Lenguas Iberas, un compendio de todas las lenguas del supuesto estado federal donde aprendería sus orígenes, algunas palabras, un poco de su gramática… esto se lo dejaría a los lingüistas y pedagogos más que a los políticos. ¿Estudiaría una muchacha de Euskadi: Lengua Castellana y Lengua Vasca? ¿Estudiaría un garoto de Vila Velha de Ródão: Lengua Portuguesa y Lenguas Iberas ??
No sería fácil. Seguro que si este artículo lo lee quien yo me temo se llevaría las manos a donde me temo, y con gesto grosero. Pero simplemente es un pensar sobre pensar, es bastante que toda la gente cediera para poder construir sobre antiguos estamentos y mirar al frente con un proyecto sabio e inteligente, nos hacen falta visionarios.
La verdad es que está bien que dejemos hablar a nuestros pensadores, que nos hablen de la ilusión lusa, de la unión y de los futuros prometedores pero para que las buenas ideas de aquellos que piensan con ventaja habría que escucharlas y dejar de pensar tanto en lo que otros nos digan. Difícil ¿Verdad?
Que bueno!!