Despistada Romero
Cuando el día a día nos impone rutinas llegamos al momento centrífugo de actuar guiados por nuestro propio adiestramiento. Frágil de memoria y leve de concentración, soy capaz de bajar y subir varias veces por el ascensor hasta la puerta de mi casa. Tengo miedo a que me roben otra vez y, aunque la primera vez lo hicieron reventando la puerta cerrada, compruebo cada vez que salgo que he dejado bien protegidos los recuerdos que mantengo en mi apartamento.
Las rutinas, a pesar del miedo, no son una garantía de nada. La mejor de las voluntades desviste a la perfección, exponiéndola ante la mirada bizca de quienes piensan que los errores ajenos son oportunidades a aprovechar. El veneno, aunque sea para Romero una esquirla del virus ébola, es una enfermedad social congénita que si no mata, Mato.
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