Qué signfica realmente que cancelen tu serie preferida

Cada vez es más frecuente ver cómo Netflix nos corta las series que nos gustan. Pasó con Sense8, también con The OA, y seguirá pasando con muchas de esas que nos parecen obras maestras pero, por justificaciones que no nos convencen, pasan por la guillotina de las gigantes multinacionales que gestionan la cultura audiovisual.

La comodidad de tener un gran catálogo de series y películas por una pequeña suscripción al mes ha provocado que el número de usuarios que realizan descargas ilegales haya bajado casi a niveles de extinción. Ya no son geeks de garaje quienes se forran de manera clandestina subiendo series a webs llenas de enlaces maliciosos; ahora quienes se forran son empresas que, desde Estados Unidos, compran derechos o producen contenido propio.

Que el dinero no se vaya a los bolsillos del infame Kim Dotcom y su web de descargas Megaupload, ha restablecido ese orden en el que los creadores perciben lo que les corresponde. En lugar de irse a los bolsillos del ostentoso Kim, la pasta se va a quienes poseen los derechos de creación. Es lo justo.

El respeto que Netflix tiene a los creadores es muy bajo. Que una serie se acabe sin concluir su final es como arrancarle las páginas a nuestro libro favorito.

Gracias a plataformas como Netflix o Amazon Prime hay más series que nunca. Ahora se internacionalizan las casas de papel y paquitas salas de turno y aparecen propuestas arriesgadas como Santa Clarita Diet. Actores del Hollywood más conservador dan el sí quiero a producciones del Internet. Los usuarios hacemos lo que en inglés se llama bing watching y en español «hacer una maratón de Netflix», porque hasta nuestros hábitos de consumo han cambiado.

Pero todas estas alegrías y el gran futuro de esas producciones locales que se vuelven internacionales tiene un lado oscuro. Como decía al principio, el guillotinaje con el que las nuevas plataformas corresponde al más estricto interés económico.

Photo by Will Porada on Unsplash
Photo de Will Porada en Unsplash

Los datos de audiencia con los que trabajan las plataformas es privado. Netflix o Amazon no necesitan decir en voz alta cuántos suscriptores tienen ni qué series son las más vistas. Con este principio nadie conoce el motivo por el que las series son canceladas. Como se dice en inglés «fair enough».

El respeto que Netflix tiene a los creadores es muy bajo. Que una serie se acabe sin concluir su final es como arrancarle las páginas a nuestro libro favorito. Una total falta de respeto hacia los guionistas, actores, realizadores, etc. que se encuentran detrás de la arriesgada y dura tarea de crear las series.

Funcionó con un Sense8 cancelado que, debido a la presión mediática (y a que las hermanas Wachowski estaban detrás) regresó para cerrar una historia que se encontraba en su climax. Pasó también con Lucifer, que murió en Prime y resucitó en Netflix. Se rumorea que la cancelación de The OA sea una artimaña para movilizar a los seguidores de la serie, como pasase en los dos ejemplos anteriores.

Al final Netflix, HBO, Amazon Prime, etc. son empresas privadas y tienen todo el derecho a velar por sus inversiones. Si algo es rentable, adelante. Si algo no tira, ¡zaaaaas!. Llámale «oferta/demanda» o simple y llanamente capitalismo. Internet, amigos míos, es una gran empresa privada.

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