¿Quién repone la honorabilidad de los valencianos?

Un día como hoy de hace un año, el señor Esteban González Pons decía que echaba de menos al señor Francisco Camps en la política valenciana. Claro que dijo que esto no lo decía para condicionar nada, que el futurible juicio a Camps demostraría su total inocencia, y con ello quedaría probado que ambos era unos señores, como Dios manda.

La presunción de inocencia vuelve lelos a los periodistas que tratan de dar las noticias del que se supone va a ser un culpable a todas luces. El presunto «loquesea» justifica noticias en las que el valor noticia recae en un morbo que no podemos gozar. Pero a Camps lo prejuzgamos y lo condenamos antes de poder saber la verdad en un juicio justo.

 


Ya teníamos la estaca preparada, y el conde Camps había abierto los ojos. Poco faltó para que desenfundara los colmillos cuando a alguien le dio por bajar la tapa

El vampirismo al cual nos hemos acostumbrado los ciudadanos no sólo afecta a nuestros cuellos, bolsillos, y trabajos. La política, de la cual Camps es el adalid, es la política del enriquecimiento personal y de mis amigos. Una política heredada de un tardofranquismo decadente en el cual los principios y los fines son los mismos, el dinero y el poder.

El paso del poder oscuro

Tras la Era Camps el País Valencià se encuentra tocado de muerte, con una difícil recuperación económica, con un tejido empresarial desmotivado, y con un poder político que, pese a quien le pese, es de transición.

Winter is comming, my friend. Tras el gobierno de Fabra deberá haber un cambio de situación. Aunque el PSPV no es la opción que a los valencianos les de más confianza, el PPCV no tiene ya nada más que decir. ¿A caso van a volver a anunciar que tendremos el hospital universitario más pollón del mundo mundial? ¿O nos dirán que Terra Mítica no es una rabieta por tener lo que los catalanes en Tarragona? Bueno, puede que el argumento que esgriman esta vez sea la del mal gobierno del anterior equipo, aunque ese sea el de Camps.

El muerto al hoyo y el vivo al pollo

Con el faraón Zaplana I ya en su pirámide, poco tardará en estar listo el embalsamamiento de Camps el Dios de Milano. Un cadáver político, como aventuró Mónica Oltra, no es más que un zombi infectado. Por esto el partido lo arrinconará hasta hacerlo desaparecer de nuestra memoria.

Pero aunque haya gente que defeque junto a Camps (literalmente), ni el gerente del club de tenis encontró al ano culpable de tal barbarismo. Sin duda el esperpento que relata la historia del señor Francisco Camps es surrealista como él solo.

Ahora a quien le toca hincar el diente es a un sistema de recortes en el cual la privatización significa quitar deudas a los ciudadanos, y en el País Valencià se venden hospitales, se regalan cajas de ahorros, y se obsequian terrenos para construir. Lo mismo pasará en el resto de España.

Glotones políticos que zampan a sus anchas y ciudadanos que no pueden hacer otra cosa que asimilar que es así, porque bajo alguna extraña regla parece ser que el electorado no castiga al corrupto incorruptible.

#CagaTuPresi

No he podido dejar de reírme, porque otra cosa ya no se puede hacer, al tirar de hemeroteca y darme cuenta de que un héroe anónimo decidió cagar en la taquilla del honorabilísimo señor incorrupto.

Sin duda si algo define a los valencianos, además de su sacra paciencia con uns gobernantes inmerecidos, es el sentido del humor, y el de la venganza. Porque vamos a ver, si un tribunal nos dice que es «no culpable», de momento no dicta que sea «no defecable», y una buena caca equivale a medio pantalón de soborno.

Lady Cospedal de La Mancha

Pero no se nos olvide de la memoria, ni de nuestros corazones, cómo el PP celebró el veredicto de «no culpabilidad» del Incorruptible. Él se fue corriendo a Intereconomía a decir que estaba contento, feliz como una lombriz, porque un jurado algo analfabeto le había declarado menos culpable de lo que él se creía.

«¿Quién repone la honorabilidad del señor Camps?» dijo la presidenta de la mantilla. Tal vez ella se olvidó, como suele hacer, de que los políticos no son una clase política, sino trabajadores públicos. Ni su peineta, ni su mantilla, le dan a ella la suficiente ‘humanidad» que trata de fingir.

Y mientras la honorabilidad de los valencianos sigue en tierras inciertas, a alguien le toca pagar el pato de una gestión en la que los ciudadanos deberíamos tener derecho a cagar en varias sillas, taquillas, y bolsas de deporte.
El PP no se preocupa, de momento, de dar cobijo al Incorruptible, y aunque haga pellas y no vaya a ocupar su puesto en el Consell, él cobrará por su amada Comunidad Valenciana, y mientras Canal 9 sigue deshidratándose entre ERE’s y ERO’s, él seguirá jugando al tenis, porque su «honorabilidad» ahí debe estar intacta.

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