El hombre que no podía amar (3)

Rapsodia 7. (precedida de Rapsodia 5) Había estado durante horas monitorizando las expresiones de mi cuerpo. Algunas frente al espejo, otras tantas delante del ordenador. 
No sabía bien como podría reaccionar ante el encuentro, por una parte la conversación telefónica había denotado interés por su parte, por la otra me transmitió una importancia exagerada para
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El hombre que no podía amar (3)

Rapsodia 5. (precedida de Rapsodia 3) Ya disfrazado de la persona normal en la que me había convertido bajé por la calle aprisionando el paquete de tabaco, estrangulando de forma hipotética los cigarros que allí se contenían. ¿Habría suerte? ¿Sería un capullo o sería cualquier otro tipo de flor?

Caminé asfixiando mi dosis de nicotina mientras
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El hombre que no podía amar (2)

Rapsodia 3. (precedida de Rapsodia 1) La cena transcurría de forma amena.
 Yo trataba de no hablar demasiado y el índice de masticadas por pausa en la conversación, era un excelente medidor de atención. Hubo un momento en que dejé de escucharle y mi voz en mi cabeza me decía: «Te interesa lo que él
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La Paciencia de Penélope

La Paciencia de Penélope

No me vas a hacer más feliz de lo que fui, ni más torpe, ni más nocturno de lo que soy. No voy a cambiar de costumbres por ti, y sé que algunas ya deberías haberlas cambiado. El Idiota. Penélope bajó las escaleras del edificio acariciando con las yemas de sus dedos las paredes algo
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El hombre que no podía amar (1)

Rapsodia 1. Mi dedo índice acariciaba su codo. Casi podía sentir la fricción de mi huella dactilar contra la suavidad de su piel.
Mis ojos, que lejos de parecer sensuales, estaban clavados en los suyos con una mezcla de sorpresa y terror. Cundo unimos nuestras miradas rehuí hacia el infinito de mis pies.
Quería darle un beso
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El silencio de tu nombre

El silencio de tu nombre

Calle Bonaire, València. El silencio se escucha sólo cuando replican aquellas viejas campanas de histórico metal. En ese momento tumbado en la cama, en el que esperas que nada pase, en ese momento es cuando él aterriza en mi mente. El pensamiento es efímero pero mis músculos relajados descubren que el contorsionismo en el colchón
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