Alcioneo y Euríbatos
No muy lejos del monte Parnaso, aún entre frondosos olivos, caminaba con paso cansado el joven Alcioneo. Regresaba a Delfos tras haber pasado unos días en la ciudad de Crisa. Durante varias semanas se había dedicado a admirar la reconstrucción de los edificios dañados por la guerra. Estaba, ciertamente, obsesionado por la belleza con la que el hombre transformaba rocas en fastos edificios, piedras en teselas en vívidos mosaicos y esculturas que parecieran querer abandonar la posición en la que fueron condenadas a permanecer por el resto de su eternidad.
+ Más información